Contexto
Mi trabajo de hoy, de pinturas y gráfica, se inició en tiempos del estallido social y de plena pandemia en Chile, acontecimientos tan dramáticos como convulsionados que dejaron a su paso una estela de precariedad e incertidumbre en la vida cotidiana de muchos. Como artista, este periodo representó una situación de escasez y sobriedad en muchos sentidos la que, con el tiempo, se fue imponiendo e influyendo, paulatinamente, en el trabajo que desarrollaba en mi taller.
La decisión de trabajar exclusivamente con blanco y negro, prescindiendo de otros colores en la paleta, surgió durante este período. A poco andar, sin embargo, lo que en un principio se presentaba como una restricción al trabajar en monocromía, pronto abrió otras posibilidades muy interesantes; en efecto ello permitió indagar, desde lógicas más gráficas y sencillas, sobre la función del color en la construcción y percepción de la imagen.
De esta manera los dibujos y pinturas son elaborados usando parámetros tonales reducidos a un mínimo. La paleta acromática sugiere alternativas y permite, en pocas palabras, resistir y postergar las posibilidades infinitas que propone la paleta tradicional del artista; así, se sustituye el efecto fulgurante y subjetivo que puede ejercer el color sobre nosotros por una experiencia más aquietada quizás, recatada o incluso silenciosa en relación a nuestra percepción.
Es como si el blanco, el negro y los grises que se mueven entre ambos tuviesen la habilidad innata de democratizar la superficie del soporte. Aprovechándose de la ausencia cromática, de su contraparte, para monopolizar nuestra mirada, e invitarnos a recorrer la totalidad de la imagen antes de intentar poseerla en nuestra mente.
Entonces, de esta manera, entre avances y retrocesos se va desarrollando la pintura.